Por Manuel A. Hernández Giuliani
Las noches seguían frías, así lo sentía él desde que enviudó, pensaba que era normal. Escuchaba a su hija jugar en su cuarto mientras él removía al chocolate caliente, estaba ansioso por sentarse a saborearlo, el aroma del cacao le recordaban su infancia, sin embargo el prepararlo le era extraño, ser servido era lo que recordaba.
Su pequeña hija le sorprende en la cocina, entra alegre, como siempre radiante y enérgica. Se sienta a la mesa anticipando lo que estaba a punto de saborear.