Cuando le llamé lo primero que hice fue recordarle aquel día donde lo abordé para averiguar si era músico y si dependía de la música para vivir, sus respuestas se anularon: Sí era músico y no depende de ella para vivir. A las ocho y quince del siguiente día me encontré con él. Compartía conmigo su momento de descanso y reflexión antes de su concierto. Sentados frente a los ascensores del piso cinco, solo nos separaba una pequeña mesa donde yo apoyaba mi morral con el equipo fotográfico que él observaba con recelo y curiosidad.